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Luego el rey se dio vuelta y miró a todo el pueblo de Israel, que se había reunido y estaba de pie. Entonces los bendijo. Y exclamó:

«Bendito sea el Dios de Israel, que ha cumplido lo que le prometió a mi padre, pues le dijo: “Desde que saqué de Egipto a mi pueblo, no he elegido ninguna ciudad de las tribus de Israel para que se construya en ella mi templo. Tampoco elegí a ningún hombre para que fuera el gobernante de Israel, mi pueblo.

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